13
Ago

Controlando el control

En esto de desarrollar competencias de liderazgo, el control pasa de ser un elemento que nace del mundo de la administración, a ser un indicador del poder.

Unos, muy ligeros, no muestran esa competencia. Dejan ser y hacer, mientras su liderazgo se reduce a una posición formal, y la cultura del equipo se ve trastocada por la diversidad de seres y pareceres que hacen vida en él, a sus diferentes ritmos, con sus distintas miradas, y variopintos estilos.

Otros, muy intensos, la muestran premeditadamente. Alienan a sus equipos para que sean y hagan de una manera muy bien determinada y establecida. Garantizan un ritmo de trote según sus intereses, sin detenerse a considerar las piernas más cortas o las piernas más largas.

Entre uno y otro, están los que según las situaciones y circunstancias del camino, estiran o acortan los hilos con los que se mantiene el control de cada uno de los miembros del equipo. Y está bien, liderar exige estar en la búsqueda permanente de ese espacio de equilibrio en el que más allá de los estilos, sea el bien hacer lo que prevalezca. Sin embargo, incluso en ese estado idílico de equilibrio, la verdad es que el control protagoniza la escena, pues es el que permite regular las fuerzas, entre los temores del que no se impone, y la agresividad del que solo ordena y exige. Pero se trata de un caso distinto… Del autocontrol, que inevitablemente ha de preceder al control.

Es decir, solo un líder que tiene la capacidad de regular sus propias emociones y acciones garantizando el equilibrio entre ellas, tendrá el poder de controlar con efectividad los procesos que descansan en los hombros de él y de su equipo.

Y aún así, se queda corto. Y la teoría no siempre lo dice. De este lado del mundo apenas comenzamos a conocer contribuciones formales que completen el esquema de control, pues históricamente le hemos huido a lo espiritual. Por eso hay que decirlo, entre los más y los menos controladores, al final de cuentas hay Uno arriba que tiene el verdadero y único control real; y comprenderlo puede significarle al líder la fuerza y la paz que requiere todos los días, para hacer cuanto deba hacer con la certeza de que siempre un plan, superior a él, se está gestando.