Tu Integración
Argenis Angulo (*)
En la historia de formación de la sociedad venezolana lo internacional había estado determinado por la ruda experiencia de la colonia, por el boom petrolero que trajo extraordinarios recursos y talentos, y por una estabilidad democrática que hizo atractivas nuestras tierras para comunidades altamente diversas y culturalmente distantes.
Esas eran las lecciones que teníamos, las materias que habíamos visto. Pero hoy, como ha de ser, vamos rumbo a otro nivel, de manera que otras cátedras, con todo y sus desafíos, se suman a nuestro currículo de estudio, en este complejo camino de aprendizaje.
Unos cuatro millones de venezolanos cursan hoy una suerte de prácticas profesionales, para las que no todos están realmente preparados. Pero así funciona en esta universidad de la vida, en la que las lecciones llegan y se repiten, hasta que los aprendizajes no sean realmente alcanzados.
Así, hoy tenemos a un batallón de estudiantes experimentando las oportunidades y los desafíos de un inmigrante; y no a través de los libros, de las historias de otros, ni siquiera a través de un laboratorio o de una simulación, si no de la vida misma.
Pero las lecciones no son solo para ellos. Son nuestras, y en una amplitud que incluye a los que se quedan y a los que se van, a los que reciben y a los que ignoran, a los que son bienvenidos y a los que excluyen, a los que tienen todo resuelto, y a los que no tienen territorio alguno que ostentar. Y no me refiero tanto a la patria, como al mismísimo hogar.
Y mientras esas realidades ocurren, los gobiernos hablan de la necesidad de integración, y las organizaciones civiles hablan de atender el fenómeno migratorio, y los empresarios abogan por la necesidad de firmar tratados de libre comercio que amplíen los mercados y disminuyan las barreras legales e impositivas.
¡Cuántas contradicciones! Al mismo tiempo, en las urbanizaciones de esos líderes, la xenofobia habla en las esquinas y en las mesas de comedor. En sus celulares, los memes van y vienen con comentarios que hablan de intolerancia con la misma fuerza con la que recitan sus discursos en parlamentos, entrevistas y juntas directivas.
La integración comienza en tu casa. Con el que anda contigo, más que con el país vecino.