18
Jul

Ganar Siempre

Hay quienes no saben perder, como hay gente que no sabe ganar. Y siendo que ambas posibilidades forman parte del quehacer humano desde la temprana infancia, valdría la pena prepararse para semejantes momentos.

Por supuesto de inmediato, como en todo, surgen posturas contrarias; como la que sugiere nunca enfocarse en prepararse para perder, pues supondría predisponer al subconsciente para una derrota. Pero resulta que saber ganar con maestría exige saber perder, si es que se desea capitalizar cada escena del campeonato, inclusive la más dura y desmoralizante.

Un equipo que no sabe ganar “se confía”, lo cuál no es lo mismo que “confía”. El equipo que confía conoce sus talentos y capacidades, está orgulloso de ellos y es capaz de generar un clima tal, que hace que cada persona alineada comparta la alegría y la confianza en que todo saldrá bien. El equipo que “se confía”, no basa su gestión en la confianza, sino en la “certeza” de que todo saldrá bien, pues su superioridad es invencible, apropiándose de una fuerza que puede ser altamente poderosa y estimulante, y a la vez inhibidora, pues “estoy tan sobrado”, que “para qué voy a hacer el mayor esfuerzo”, “para qué voy a invertir cuanto toda mi energía”, si “de todas formas vamos a ganar”.

Por su parte, un equipo que no sabe perder, si llegara a aceptar que ha perdido, lo cual es evidentemente el más complejo desafío, busca las razones del revés afuera, pues “alguien tan bueno como yo no puede haber perdido”, y solo una razón extraordinaria y externa puede explicar semejante resultado.

Ahora, la gente que sabe ganar, celebra y aprovecha el sabor del éxito, puesto sabe que pudo haber sido diferente, y en consecuencia valora con especial fuerza la soñada escena en la que levanta el trofeo. Mientras quienes saben perder, se detienen para evaluar su cuota de responsabilidad, para capitalizar ese momento difícil y convertirlo en lecciones de una fuerza contundente. Entienden que entonces habrán ganado una experiencia que  en adelante podría hacerlos más poderosos.

Saber jugar requiere humildad; esa que te lleva a dar lo mejor de ti reconociendo en el otro a un real aliado en la misión de desafiarte para mejorar, conscientes de que la historia continúa.